Fast Five (2011)

Altas revoluciones por minuto, excesivos kilómetros por hora, carros chuzos (nada de gajos), peleas que parecen sacadas de Mortal Kombat… En fin, mucho entretenimiento. Eso es lo que se espera de una secuela más de la franquicia de Fast & Furious. Esta última no es la excepción. Tenemos, de nuevo, una representación del mundo ilegal de los automóviles y la velocidad.

De acuerdo a un sector de la crítica, ésta es la mejor producción de la saga. No obstante, lo cierto del caso es que no hay ninguna “mejoría”. Es más de lo mismo. Con Fast Five (2011) tenés muchísima aventura, sí, pero
con omisiones explicativas (el “¡¿cómo hizo eso?!”) y algunos errores de secuencia en las escenas. Además, los protagonistas son prácticamente invencibles. Se ven envueltos en balaceras –y en inferioridad numérica- en las cuales se libran sin un rasguño. La única vez que no sucede tal cosa es cuando uno de los personajes secundarios es herido y muere. Así se trata de “justificar” lo inverosímil de las mismas disputas.


Dentro de lo improbable está la inherente capacidad de los protagonistas de hacer de todo. Son, literalmente, unos genios. No hay nada que no puedan hacer, por lo que los obstáculos que encuentran en el camino son pan comido; más aún en materia de intuición. Su perspicacia los hace en un rival invencible para sus oponentes. Y ese elemento es utilizado hasta la saciedad en esta producción.

Las tomas panorámicas, gracias a un excelente manejo de cámaras para el género en cuestión, son sublimes. Los escenarios están muy bien logrados. Los automóviles, como siempre en “Rápidos y Furiosos”, se ven más sexys de lo que realmente son. Igualmente, es más que evidente que Ford fue uno de los principales patrocinadores dado que no sólo su marca aparece en varios planos, sino que sus vehículos son sobresalientes frente a la competencia japonesa.

El argumento, explicándolo someramente, se basa en el conflicto entre 3 bandos: Unos policías entrometidos, unos corredores ilícitos que le agradan al público y unos criminales que son mal vistos por ser los enemigos de los anteriores. A como corre el reloj, dos de estos bandos se alían (no, no les diré quiénes) en torno a derrotar a un “enemigo en común”. Se dan reencuentros, existencialismos paternales, y el uso trillado de celebridades latinas con el fin de causarle risa al público por el uso de vocablos y tener un acento diferente. (Alguien podría hablar de racismo solapado)

De las actuaciones se espera y se recibe poco. Vin Diesel (como Dominic Toretto) sigue igual de tosco, Paul Walker (como Brian O’Conner) igual de altivo, y Tyrese Gibson (como Roman Pearce) reafirma lo pésimo actor que es. Su eterno afán de verse/escucharse gracioso genera no sólo decepción, sino también incomodidad. Tego Calderón (como Tego Leo) y Don Omar (como Rico Santos) son igual de buenos actuando a como son produciendo música. Es decir… Bueno, usted sabe.

Dwayne The Rock Johnson (como Luke Hobbs) sigue encasillándose en sus papeles -por no decir que es de lo menos versátil en el gremio-, Elena Pataky (como Elena Neves) -hasta ahora la veo actuar- es tan aburrida que no sé cómo cobró su salario, y el resto de actuaciones, como las de Gal Gadot, Matt Schulze, Sung Kang, Joaquim de Almeida, Michael Irby, etc. son, simplemente, ordinarias.

En síntesis, si a usted le gusta la típica acción exagerada, en la cual la velocidad temeraria, la conducción imprudente, la policía, los delincuentes y las mujeres guapas se juntan para una puesta en escena completamente cliché y/o exagerada, le va a encantar “Rapidos y Furiosos 5”. Es entretenimiento banal, sí; pero al fin y al cabo entretenimiento.

Eso sí, después de verla, nada de salir de la sala del cine o de su casa a jugar de racer con máquinas que no se asemejan, ni un poco, a las que acaba de ver lograr lo inconcebible. 


Mi calificación, un 6. 

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