Transformers: Dark of the Moon (2011)



La primera entrega de la saga de Transformers (2007) no estuvo nada mal. Es una película que no quiso ser más de lo que podía ser, valga la redundancia, al presentar un guión lo suficientemente sencillo (y no por eso menos valioso) que el reparto interpretó de manera aceptable; además de sus reconocidos efectos visuales y sonoros dentro de lo que se puede esperar de una típica crowd-pleaser. Sin embargo, la segunda producción estuvo pésimamente dirigida, llena de errores, omisiones y/o vacíos gracias a un guión absurdamente inverosímil, redactado por Ehren Kruger. Y con la tercera, escrita por el mismo guionista, no podríamos esperar algo mejor. 

Transformers: Dark of the Moon (2011) concibe su argumento mediante la mezcla de hechos mundialmente conocidos junto con la ficción de los que en un inicio fueron juguetes marca Hasbro, y que ahora son alienígenas. Esta alteración del pasado es alimentada por imágenes de archivo y el uso de “dobles” no tan dobles de ex presidentes y ex astronautas estadounidenses. Inclusive aparece el actual presidente estadounidense, Barack Obama, encarnado por un actor sin semejanza alguna.

La pluma de Kruger nos relata que los Autobots, entretanto no tienen que cuidar a los seres humanos de villanos siderales, han estado fungiendo de apoyo militar de Estados Unidos en ataques a los “malos” del Medio Oriente. Es decir, los “buenos” del filme quieren proteger a la humanidad de los Decepticons; pero no es a cualquier ‘humanidad’, sino la que definan como privilegiada los líderes de la potencia mundial. Tanto es así que toda la acción, con excepción de una imagen de Cambodia que aparece fugazmente, se da en territorio estadounidense. Sí, tenemos otra oda más al “gringocentrismo”. (¿bonito el neologismo, verdad?) 

Asimismo, el director Michael Bay crea desde el inicio un paralelismo por medio de dos relatos: El primero es un irrelevante y cansino romance/comedia entre Sam Witwicky (Shia LaBeouf) y Carly -el reemplazo de Megan Fox-. Y el segundo es la mancuerna de los Autobots con el gobierno del país que en Hollywood usualmente salva al resto de Occidente. Esa nueva mujer atractiva en la pantalla, que lo único que aporta es su físico porque sus dotes actorales no dan la talla,  se llama Rosie Huntington-Whiteley. Otro cuerpazo, nada más.  

Seguidamente un personaje llamado Jerry Wang (fastidiosamente interpretado por Ken Jeong) provoca el paralelismo entre ambas historias a través de un humor soez con la complicidad de LaBeouf. A partir de ahí Kruger hace alarde de su “creatividad” (respecto a los libretos anteriores) repitiendo pasajes y personajes, y disfrazándolos mediante otros actores, ciudades y/o lugares históricos.

Incluso, en el que se supone que es su fuerte (imágenes generadas por computadora –CGI-) “Transformers 3” no se ve tan depurada como en las anteriores. La cara gelatinosa de una de las máquinas transformistas y una animación de Shia LaBeouf volando por los aires, tal cual como en la digitalización caricaturesca del personaje Neville Longbottom en una escena de la primera película de los libros de Harry Potter (¡hace 10 años¡), son ejemplos de ello.

No obstante, lo peor de Transformers: El Lado Oscuro de la Luna” no es su guión derivativo y/o cliché, su humor burdo, su uso cantinflesco del acento extranjero, o su manoseo a mano armada de la historia; no… Lo intolerable es la nula preocupación, por parte del equipo técnico (incluyendo a su pésimo director), en los detalles. Con una  realización tan llena de vacíos narrativos, errores secuenciales y escenas sin coherencia entre ellas, hasta el público promedio que le fascina este tipo de películas debería sentirse indignado.

Igualmente, si partimos de que en la sala de cine escuché a una mujer gritar de sufrimiento por los robots extraterrestres, deduzco que la emotividad de este tipo de filmes -ésa que intenta forzar una lágrima o un gesto de asombro a través de los decibeles de una banda sonora en lugar de (por ejemplo) una actuación convincente- sigue teniendo clientes.

En resumen, una exposición de imágenes que por sí solas buscan ser memorables en la pantalla grande sin una articulación creíble de sus escenas, dentro de un contexto en el cual Estados Unidos es el centro del universo y sus fuerzas armadas consisten en un grupito de soldaditos invencibles,  es lo que tenemos con Transformers: Dark of the Moon (2011). Un director que quizá tenga mucha imaginación, pero que es un incompetente en la ejecución (con un presupuesto de casi 200 millones de dólares), nos regala otra epítome del cine basura que sigue generando millones en taquilla. Le doy un 3.

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