Birdman, o la virtud de ser la mejor en comparación con las demás


NO contiene spoilers.

Persecusiones, balazos, dramas juveniles, desnudos sin sentido, diálogos vacíos, clichés y música melodramática o escandalosa que induce a la lágrima fácil o a la emoción pasajera. “Lo que entretiene”, dirían hoy en día millones de personas. “Lo que está moda”, dijeron también (o dicen aún) del reggaetón. ¿Se imaginan la vida sin la música clásica o sin el jazz? Pues, imagínense un mundo sin películas artística y técnicamente ambiciosas. Imagínense el mundo sin películas que buscan más que dar entretenimiento de palomitas. 

Birdman (y gracias a la «Academia» por premiarla como lo hizo) es una de ellas. Su director, Alejandro González Iñárritu, no es un latinoamericano común; no se conforma, aspira a la excelencia y ejecuta con gran maestría. Él, junto con su compatriota, el cinematógrafo Emmanuel Lubezki, no han puesto sólo a su país en alto, sino que enorgullecen a quienes quieren del cine más que un par de horas de “buen rato”.

Enfatizo. Birdman, acusada de pretenciosa (mejor eso que de “mediocre”), es cine ambicioso, preciosista y, en resumidas palabras, genial. Se juntan el ingenio, la creatividad y el expertise de sus artífices para darnos un relato, orientado por la tonada maravillosa de una batería y un plano secuencia (todo en una sola toma sin cortes) falso, pero muy bien logrado (basta notar las escenas de transición totalmente oscuras). Con acercamientos y, en general, planos calibrados para sostener el hilo de una trama compleja, llevada a cabo por un reparto de lujo: Michael Keaton renaciendo de las cenizas (que alguien le impida que desaparezca otra vez), Edward Norton reafirmando su talento y Emma Stone, que lástima que no ganó como Mejor Actriz de Reparto. Birdman va al punto: Entre más fama captan las “estrellas”, más irrelevantes se vuelven. Humor negro, diálogos punzantes, actuaciones sobresalientes y ¡ese manejo de cámara! Cine excepcional.

Pero, un momento. No sólo Birdman fue digna de aplausos entre las 8 nominadas. Si bien fue, no por mucho, la mejor de todas, películas como The Grand Budapest Hotel y Whiplash pudieron haber dado la sorpresa y, así, nos evitamos el chiste de Sean Penn al final de los Oscars (mentira, fue inapropiadamente bueno). TGBH, si me permiten el acrónimo, es, como Birdman, “cine de director”. Wes Anderson, su principal artífice (el mundo necesita más “locos” como él), tal y como hizo con aquella maravillosa cinta animada Fantastic Mr. Fox, nos introdujo en un relato fantasioso mediante planos coloridos, intencionadamente caricaturescos y maravillosamente simétricos, que fácilmente podrían ser una exhibición en un museo. El tempo, igual que en Birdman y su soberbio acompañamiento de los solos de un baterista, es meticulosamente llevado a cabo mediante su música y su edición, teniendo un clímax sumamente entretenido y, por supuesto, gracioso. Dentro de su reparto de lujo sobresale Ralph Fiennes (sí, sí, Voldemort), siendo indignante su no-nominación al Oscar este año. The Grand Budapest Hotel es, en resumidas cuentas, una ingeniosa obra de teatro captada por cámaras de cine, con escenarios detalladamente atractivos y actores que funcionan a la perfección. Si algún día conocen a Wes Anderson díganle: ¡Gracias por semejante breteada!

(PAUSA LARGA)

Bueno, bueno, pero dije que Whiplash también está entre las mejores nominadas (sí, sí, según mi opinión. De por sí, todo son opiniones). ¿Qué decir de una película basada en un baterista, dentro de una de las escuelas de música más exigentes y respetadas de Estados Unidos, que quiere ser, no “bueno”, sino parte de los mejores de la historia? (Y, sí, como baterista puede que esté un poco sesgado al valorar esta película). “Latigazo”, traducido al español, es, tal y como lo demuestra el premio recibido, película de excelente edición y, también, de prodigiosos primerísimos planos, así como de diálogos genialmente confrontativos, llevados a la perfección por, el también galardonado (majestuosa su actuación), J.K. Simmons. Pero, más que eso, es cine totalmente impredecible.

(OTRA PAUSA LARGA)
(Casi receso)

Seguidas de esos tres peliculones, quedan cinco producciones buenas, sin sobresaltos, a excepción de una que se sostiene por un actor espectacular que, ya desde Les Misérables (2012), mostraba grandes cualidades: Eddie Redmayne. Merecidísimo ganador del Oscar a Mejor Actor, Redmayne encarna a Stephen Hawking a la perfección en The Theory of Everything. Escalofríos de sólo recordar su actuación. La música (el soundtrack) de Johann Johannsson que le acompaña es impecable. No obstante, el largometraje pierde fuelle en su desenlace. No tiene el «punch» creativo de las mencionadas anteriormente, pero por ver a Redmayne vale sobradamente la pena.

Otra de las nominadas a Mejor Película que se sustenta en su protagonista es The Imitation Game. Benedict Cumberbatch, de actuación admirable (como es usual en él), encarna a Alan Turing, un matemático brillante empecinado en proveer una solución (la única correcta, según él) para acabar la II Guerra Mundial. Tiene, también, un soundtrack que merece ser descargado (¡NO A LA PIRATERÍA!), pero con escenarios que, por momentos, se aprecian falsos; sobre todo en la iluminación. Además, si bien la primera hora de la producción es la mejor, el cliché de la necesidad de la empatía (al ser Turing un genio con carencias para socializar) le resta originalidad a la historia. Las comparaciones que se le hagan con A Brilliant Mind (2001) pueden ser odiosas, pero obvias por igual. Se le rescata la desmitificación del sentido común como una de sus moralejas, pero queda debiendo de un clímax y un desenlace memorable. “El Código Enigma”, como se le conoce en Latinoamérica, tiene, dicho de manera (muy) coloquial, mucho ring ring y nada (o poco) de helados. Al final, la pregunta que uno debe hacerse es: ¿Cuál es la línea argumental de la película? Porque, al menos a mí, no me quedó claro.

Ahora bien, tampoco podía falta la típica oda al nacionalismo gringo (“imperialismo yankee” dirían por ahí) titulada, esta vez, como American Sniper. A diferencia de las típicas tomas con cámara en mano que caracteriza a las películas sobre las guerras en Medio Oriente, Clint Eastwood sostiene su narración a través de planos, digámosles, limpios, sin conmociones, con un objetivo principal: Darle «good press» a las invasiones de las fuerzas armadas estadounidenses. Y eso lo logra centrándose en la -supuestamente- historia real (difícil de creer con lo staged que se siente la secuencia de eventos en la trama) del “héroe americano” Chris Kyle, un habilidoso francotirador con récord de asesinatos (digo, muertes necesarias por la “libertad” y “democracia” al otro lado del Atlántico). Le apodan “Leyenda”. Producción genérica, con nula creatividad, diálogos sensibleros y escenas apropiadas para el público meta de Michael Bay. Es acción ideologizada, con sus villanos (los terroristas –especialmente uno que tortura con un taladro y a otro hábil francotirador-) y a los héroes (el ejército gringo con Kyle a la cabeza). En suma, con esta película “para gustos… banderas”.

Otro tipo de película que suele estar nominada, y también biográfica como las tres anteriores, es Selma. Esta expone los antecedentes, al igual que la marcha en sí desde un poblado homónimo hasta Montgomery, ambas de Alabama, por parte del Dr. Martin Luther King y sus seguidores, con la finalidad de hacer presión social para que los negros pudieran, en la década de los 60’s, votar en Estados Unidos. A diferencia de las actuaciones previamente mencionadas, David Oyelowo no destaca como King, pero tampoco desentona, dentro de una crónica de sucesos que resulta plana, por no decir sosa. Inclusive, el intento de mostrar el “lado humano” del Dr. King se queda corto. Con su emotividad de cajón, Selma, al igual que American Sniper, es cine genérico.

Y, finalmente (¡ALELUYA, YA CASI TERMINA ESTO!), se encuentra la peor de todas las nominadas: Boyhood. El haber sido filmada por 12 años consecutivos no debería ser suficiente argumento para ser incluida dentro de las 8 mejores películas del 2014 –o al menos eso se supone-. Su nominación es condescendiente y, a la vez, sumamente indignante cuando hubo películas como Gone Girl del maestro David Fincher excluidas de la competencia (semejante película merece un artículo completo). “Niñez” es un compendio de material audiovisual grabado por más de una década sin un eje que amalgame u oriente el relato. Las actuaciones, a excepción de la de Ethan Hawke y la de Marco Perella, son de mediocres a malas. Fue increíble –y no en el buen sentido- que Patricia Arquette fuera premiada por su pobre actuación.

Y es que casi tres horas de largometraje para no contar con una línea argumental clara, con escenas pésimamente logradas (sobre todo en la cual el protagonista –ya ni recuerdo el nombre- aparece lavando platos en un restaurante), sin clímax ni un desenlace que justificara todo lo tolerado previamente, es, simple y llanamente, una grosería. Decir que Boyhood es aburrida es quedarse corto. Es más apropiado decir que es cine negligente con aplausos (los que hayan) indulgentes.

Pese a todo eso, la «Academia», en términos generales (sí, repito, según mi “humilde” opinión), premió a quienes realmente lo merecían. Si los genetistas quisieran hacerle un favor al mundo del cine clonarían a directores como Alejandro González Iñárritu y Wes Anderson, al mismo tiempo que le impedirían a personas como Michael Bay (o a los culpables de la saga de “Crepúsculo”) reproducirse. O, bueno (sin ser tan grosero), al menos prohibirles la entrada a un estudio de cine.  

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